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| Por: Roy Lichtenstein |
El amor y la muerte de Facebook
Por: Enlil
Quisiera que se apagaran todas las computadoras para escribir este poema todo a maquinilla,
quisiera no enterarme de ti,
Quisiera que se apagaran todas las computadoras para escribir este poema todo a maquinilla,
quisiera no enterarme de ti,
ni de mis amigos hasta buscarlos,
cuando digo buscarlos -digo buscarlos-
sin escribir sus nombres en ningún “Search”, en ningún aparato telefónico con “GPS,” ni “Pings,” ni nada.
Quisiera que desaparezcan los espacios virtuales, para que renazcan los correos, el misterio y la espera del cartero con el sobre que lleva tu perfume que anhelo hace varios días frente al mismo buzón que ya conoce tu letra de molde.
Quisiera estar en la incógnita de saber si por pura casualidad
Hoy te encontraré a ti o mis amigos con nombres
en alguna acera o tocando en mi puerta,
que el timbre hoy corroe en espera de algún
visitante que lo acaricie en su total abandono.
Quiero aprovechar el momento tomándome un café
que lleve dos cucharadas de azúcar negra
como gesto rebelde para que desaparezcan los endulzantes falsos.
Quiero planificar para esperarte en cualquier rincón del mundo
que cuente con una barra de madera fresca
y un cantinero con cuentos de cantineros que se llame Juan,
donde atiendan mucha gente viva
de esas que se miran a los ojos cuando se hablan,
que se tocan cuando cuentan anécdotas de sus destinos
mientras me tomo otro café con coñac bajo luz tenue,
haciendo de mi tiempo, un columpio enredado en la enigma de saber si llegas o no,
mientras imagino ansioso tu llegada en la espera.
Quisiera al fin ser más paciente,
y peder menos el tiempo por la impaciencia.
Verte llegar al otro lado de la barra,
como mi suprema sorpresa.
ir hasta donde estás, y decirte
-hace un siglo te esperaba.-
Junto a la noticia de la muerte de los textos, los correos electrónicos y de voz,
el Twitter, tu cuenta de Facebook y lo demás que nos enajena.
Celebrar ebrios el acontecimiento y darte mi dirección plasmada en una servilleta
con la esperanza de que algún día pases acariciar mi timbre solitario.
Pero antes –Que tal si…Nos amamos desde nuestro instante o nunca más.-
